y no entra mi llamada,
doce de la tarde,
y el tiempo está que arde,
son cuatro de la tarde,
hasta que la calma aguarde,
siete de la noche,
y llega un mensajito fantoche,
once de la noche,
y continuamos la locura de antenoche,
pues tres de la madrugada,
hasta concretar una propuesta apasionada,
ocho de la madrugada,
y retornamos a nuestra realidad despiadada...